Compañía de Jesús
Se trata de una orden religiosa fundada en París, llamada en
realidad Compañía de Jesús. El nombre de jesuitas fue utilizado al principio en
Alemania, para luego generalizarse, a veces usado de modo despectivo. Entre sus
fundadores se destacó Ignacio de Loyola, de origen vasco, impulsor de la misma,
quien mientras estudiaba en París en el Colegio de Santa Bárbara, conoció a
Pedro Fabro y a Francisco Javier, naciendo entre ellos una gran amistad, unidos
por la fe cristiana, y el deseo de servir a Dios en Jerusalén o donde el Papa
lo dispusiera.
Cuatro años más tarde se unieron al grupo de amigos
Diego Laínez, Simão Rodrigues, Alfonso Salmerón, y Nicolás de Bobadilla. Fueron
estas siete personas las que dieron origen a la Compañía de Jesús, un día de
Asunción de la Virgen (15 de agosto) del año 1534, otorgando sus votos en la
capilla de los Mártires, ubicada en la colina de Montmartre. El Papa Pablo III
por medio de una bula del 27 de septiembre de 1540 certificó el reconocimiento
de la Compañía, a la que sumaron los franceses Claude Jay, Jean Codure y
Paschase Broët.
Sus fines son un servicio permanente por el
sostenimiento y difusión de la fe cristiana, la alabanza y consecución de una vida
espiritual en armonía con la vida cotidiana, reconociendo al Creador en todo
los creado, sometidos a la voluntad de la Iglesia y de su máximo exponente: el
Papa, para lo cual se preparan intelectualmente a través de estudios
teológicos, de idiomas y humanísticos en general, con prácticas en distintos
ámbitos comunitarios, y utilizando la educación como un medio evangelizador,
para lo cual fundaron establecimientos educativos en todos los niveles.
Su ideario está reflejado en las Constituciones de la
Compañía existentes desde su fundación, y son de una profunda obediencia a las
jerarquías eclesiásticas, y un riguroso sustento de la fe, vapuleada en pleno
auge del humanismo y del renacimiento.
“A la mayor gloria de Dios” es el lema de esta compañía
(AMDG) siglas correspondientes a su versión en latín, y el emblema de la orden
fueron las iniciales de “Jesús salvador de los hombres”, en latín: IHS (Iesus,
Hominum Salvator) que Ignacio de Loyola plasmó en su sello.
Su accionar los ha puesto en constante oposición a
todo aquello que significara un ataque a la iglesia que defienden. Por ello,
fueron acérrimos perseguidores del protestantismo, y defensores de la
Contrarreforma, con participación destacada en el concilio de treno,
y el brazo que luchó para quitarles a los protestantes, su influencia en vastas
regiones de Alemania, Austria, Holanda, Hungría, Polonia y Bélgica.
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La pérdida del poder de la iglesia, y la prédica
iluminista sobre los soberanos, hizo nacer una nueva monarquía la del
despotismo ilustrado, que se opuso a los jesuitas, conservadores y servidores
incondicionales del papado.
Fueron expulsados de Portugal, y las órdenes jesuitas
disueltas en Francia, por Luis XIV, en 1763, y cuatro años después corrieron
igual suerte en España, por la Pragmática Sanción de Carlos III, apropiándose
el estado de sus bienes, que se suponían cuantiosos, pero que no fueron
hallados.
En América, los aborígenes fueron obligados a vivir en
reducciones, para facilitar su evangelización, y adaptación a las costumbres
europeas, y allí fue fundamental la labor de las órdenes religiosas, sobre todo
la de los jesuitas, que en muchos casos excedió el deseo de los grupos
gobernantes, a quienes menoscabaron poder, motivando la expulsión de
los Jesuitas.
En 1773, el Papa Clemente XIV, suprimió la orden, decisión
que no fue acatada en algunos países, donde los jesuitas pudieron continuar su
obra (Rusia, Inglaterra, Prusia y Polonia).
Durante el mandato del Papa Pío VIII, los jesuitas
vuelven a ser admitidos, luego de cuarenta años de proscripción, pero de nuevo
son expulsados de Italia tras la unificación italiana, por el rey Víctor
Manuel, por consejo de su liberal ministro, el conde de cavour, y de
Alemania por Bismarck. Su nueva patria fue Estados Unidos a donde se dirigieron
para continuar con su misión evangelizadora. En 1930, ya había en Estados
Unidos, ocho mil jesuitas.
En España el gobierno liberal y anticlerical impuesto
por el Renacimiento, y en España la
segunda república Española, en 1932, significó la supresión de la
Compañía de Jesús y la pérdida de sus posesiones, pero el franquismo le
restauró sus derechos en 1938.
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